Las noches en el centro de la ciudad de Ibagué parecen tranquilas. Entre las calles con poca gente y la luz de los carros iluminando las esquinas, se interrumpe el silencio de la carrera cuarta con los gritos de hombres y mujeres que se divierten con los discos de hierro volando por el aire que chocan contra la arcilla o una mecha. En un salón grande que huele a pólvora y cerveza, se siente la hermandad que nace de jugar todas las noches, en especial los fines de semana, al tejo.
El tejo, conocido como turmequé hace 500 años cuando los Muiscas lo jugaban, es un deporte autóctono de Colombia que sigue vigente en la actualidad como uno de los más importantes en los territorios. Tanto así que, es reconocido como deporte nacional por la ley 613 de 2000 y regido por la Federación Colombiana de Tejo (Fedetejo). Desde sus inicios, el tejo ha sido un deporte que ha servido como centro de acopio donde la competencia tiene un sabor a diversión y cultura.
Antiguamente, el tejo se jugaba en un centro de comercialización llamado Turmequé, donde los indígenas hacían trueques y concursos deportivos. Se jugaba con un disco de oro que nombraban como “zepguagoscua” que se conseguía del intercambio con indígenas de otros países. El juego consistía en lo mismo, lanzar el disco por la cancha de 18-19 metros hasta una caja de greda para hacer estallar las papeletas de pólvora y hacer “mecha”.
Llegando a “El Cacique de la Junta”, unas canchas de tejo en Ibagué, parece ser que nos sumergimos en otro mundo. Lo primero que se debe hacer para entrar en ambiente es comprar algo de tomar (se sugiere cerveza), luego observar el panorama para encontrar una cancha libre y finalmente estar con un grupo de personas dispuestas a competir. Entonces, empieza el juego.
Como si de una obra de arte se tratase, se observa al que tirará el disco. Se le trata de dar consejos sobre cómo debe estirar el brazo para lanzar, se le apunta con la mano donde está la mecha y se le marca la línea donde debe tirar varias veces para confirmar que no esté haciendo trampa. Cada punto es la demostración de habilidad y estrategia perfecta, donde la suerte y la precisión se combinan para ganar. Por otro lado, los que ya están más entonados por tantas cervezas y mechas, están sentados en mesas charlando y burlándose de los perdedores. El dueño del lugar abre y cierra la nevera, brinda dulces y paquetes de papas mientras busca la mejor canción que anime el ambiente.
Esta cancha de tejo en Ibagué es un espacio de esparcimiento en el que se olvidan las preocupaciones del día a día y se disfruta del placer de la competencia al jugar. El tejo no conoce de estratos sociales, raza o género, por eso, puede llegar cualquier persona siempre y cuando sea respetuosa y tenga edad suficiente para estar en los ambientes de licor en los que usualmente se juega.
Así, compartiendo con compañeros de la universidad en El Cacique de la Junta nos pudimos dar cuenta que el tejo es cuestión de experiencia. Por más que se intentó llegar al nivel de los jugadores estrellas del lugar, ni siquiera se hizo mecha. La práctica hace al maestro e Ibagué está llena de talento, por eso se ha escogido este año a la capital musical como sede para el Campeonato Nacional de Tejo.
En los últimos años ha aumentado la preocupación por preservar las tradiciones, el tejo no es la excepción. Al ser un deporte tradicional que recoge las identidades y culturas populares, llama la atención de las personas y se desarrollan cada vez más torneos locales, regionales y nacionales. El tener la oportunidad de compartir con amigos, familia y personas de diferentes edades es lo que hace del tejo el plan perfecto para una noche en Ibagué.
Ana Maria Cumbe
Periodista DiverGente